Me invade la necesidad de tener todo bajo control y que nada altere mi rutina. Que todo salga dentro del patrón de mi cabeza.
Y cuando algo sale del camino, saltan las alarmas. Llega el sabor amargo de lo inesperado.
Llamadas que no suenan. Promesas que no se cumplen. Miradas que no te ven.
Encierro en lo más profundo los gritos, los reproches, la preocupación y espero. Espero a que llegue, pero en silencio no vaya a ser que me traten de chiflada. Y la espera desespera.
En el mejor de los casos llegará pero tarde y en el peor llegará solo la puta decepción.
Lo que confirma no defrauda y lo que defrauda que se pudra.
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